Tu idea de Extremadura cambia radicalmente cuando llegas a Garciaz. Todo lo que imaginas de esta tierra se viene abajo entre los desfiladeros de interminables montañas que se suceden a nuestro paso. Un complejo sistema de valles, cuasi paralelos, que nacen de las cumbres que nos separan de las Vegas del Guadiana y dirigen sus aguas hacia el Norte, buscando el río Tajo.
Garciaz se sitúa en las tierras de Trujillo, encima de las montañas situadas entre la Ciudad y el vecino Geoparque Mundial Villuercas Ibores Jara hacia el oeste. La cota más alta llega a los 1100 metros que corona el Cerro del Venero. Al norte y este se sitúa la penillanura de Trujillo, en torno a los 550 metros. Por el sur hay un escalón más grande todavía, hacia el Guadiana, bajando de golpe hasta los 400 metros.
Un laberinto de montes con una altitud media bastante importante, basta decir que la población se sitúa a 773 metros. Todos los valles confluyen tarde o temprano en el río Garciaz, que actúa de colector o embudo de otros importantes aportes: las aguas de Valbellido, los Labrados y la Reyerta entre los principales. Toda esta red fluvial propicia la existencia de un gran número de puentes, casi todos de vieja fábrica, sólo en las inmediaciones de la población, encontramos hasta ocho de ellos que cruzan principalmente el Río Garciaz, que rodea el pueblo por tres de sus lados.
El paisaje nos recuerda a latitudes mucho más al norte de España: todos estos parajes, de gran altura, están llenos de un bosque denso de vida. Una manta verde parece adueñarse de prácticamente toda la tierra. La encina, el alcornoque y el roble con el castaño, se van repartiendo los espacios, adaptándose cada uno a los ecosistemas que más le favorecen, que lugares hay para todos.
La Naturaleza es lo que puedes encontrar en Garciaz; una Biodiversidad que se extiende por todos los puntos cardinales, alcanzando cada pliegue de término municipal. Parte de él está dentro del Lugar de Interés Comunitario "L.I.C. Sierra de Cabeza del Águila". El reconocimiento del medio natural está implícito en otras marcas de calidad como la Denominación de Origen Queso Ibores y la Denominación de Origen Miel Villuercas Ibores. La conservación de los ecosistemas junto a los usos tradicionales hacen de estos lugares los entornos soñados por los amantes de la pureza.
La presencia humana es insignificante en la abundancia que natura provee. Los espacios ganados al monte se dedican fundamentalmente a pastos para vacas, corderos y cabras. La calidad de la tierra y las abundantes lluvias traen alimento para todo el año. La agricultura es residual y para autoconsumo, aunque cada vez hay más iniciativas que ven en el castaño, el cerezo o el olivo una oportunidad de negocio.
Buena parte de la tierra está repartida en pequeñas o medianas propiedades, aunque perviven grandes fincas; latifundios que hoy compran apellidos ilustres en la vida nacional y con un uso mínimo: caza, recreo y poco más. La gran extensión de la Dehesa Boyal permite que todos los vecinos tengan un aprovechamiento óptimo de los recursos básicos, costumbre heredada de tradiciones ancestrales y que todavía hoy regulan su uso.
La presencia humana por estos lares esta constatada desde la más remota antiguedad, con detalles de gran relevancia que son referencia en la historia, no sólo de Extremadura. Pero va a ser la Edad del Hierro la más generosa en restos dispersos por todo el término y sus inmediaciones. Son los conocidos Castros, o Castillejos que es el topónimo más usado. Hasta siete encontramos en un puñado de kilómetros. Fortificaciones que se situaban en lugares estratégicos, defendiendo la nueva riqueza: el hierro, así se fortifican las vías de comunicación y los centros de producción.
El esplendor de la Paz Romana nos deja un altar dedicado a Marte, conservado en la iglesia, un puente en la Buitrera, restos en el entorno de Miguel Pérez y los Valbellidos... pero sobre todo, va a ser el Campo de Portera el espacio mas romanizado. En el lugar y en sus inmediaciones han aparecido más de una decena de lápidas funerarias, en superficie se aprecia muchos trozos de tégula, molinos y otros recuerdos de la época. Del momento final, ya con los visigodos, es la famosa Ermita de Porteras, un icono de las construcciones de este tipo ya que se conservan muy pocas.
Durante la Reconquista, las montañas eran refugio habitual de un buen número de personas de todos los contornos. El paso del cordel va a ser una vía de escape para todos los que no quieren, o no pueden pasar por Trujillo. Aunque en la población y en la iglesia hay algunos restos sueltos altomedievales, va a ser después de la última batalla por Trujillo cuanto tengamos constancia de la existencia de la población.
El siglo XVI trae bonanza y se acometen importantes proyectos. La declaración de Villa, la reforma de la iglesia, las ermitas, algún puente...El descubrimiento del nuevo mundo trae una contradicción en la que habra que desenvolverse: por un lado hay más dinero en la sociedad en general y por otro se produce una gran sangría de población, que emigran en un buen número a las Américas. Algunos, pocos, volverán y emplearán sus riquezas en mejorar el patrimonio familiar, los más se quedarán para siempre.
Se va acabando el dinero y los compatriotas americanos buscan su independencia. Llega Napoleón por si faltara algún desastre arrasándolo todo... después las guerras carlistas y finalmente la Guerra Civil, que aunque no tuvo batallas importantes, si quedo mella entre la población, como las grandes emigraciones que empezaron en los 60 y todavía no cesan.
Hoy Garciaz, como muchos pueblos, lucha por frenar el despoblamiento que padece el medio rural. Para ello renuevan explotaciones agrícolas y ganaderas, algunas industrias de transformación y crean nuevas industrias turísticas. Un futuro que pasa por la puesta en valor de los productos del campo y de los servicios al viajeros, turista o peregrino.
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