Historia

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Historia

El término municipal de Garciaz presenta una enorme riqueza patri­monial arqueológica de la que tenemos constancia a través de los nume­rosos hallazgos que se han ido produciendo a lo largo del tiempo. Desde la Prehistoria estas tierras fueron ocupadas por comunidades humanas que se asentaron en zonas donde abundaba la caza y el agua.

Edad Antigua

Los hom­bres del Neolítico ya recorrieron estos parajes, donde tenemos testimonio del hallazgo de varias hachas pulimentadas, al igual que sucede con las comunidades Calcolíticas (3200 a. C.) y de la Edad del Bronce (2500­800 a. C.) de las cuales conocemos pequeñas herramientas talladas y pulimentadas de piedra, fragmentos de cerámica moldeada a mano y molinos de piedra, hallados en parajes como Los Castillejos o La Buitrera. Estas comunidades, las primeras en emplear el metal, fueron autoras de representaciones rupestres grabadas en algunos afloramientos de piedra, como es el caso del conjunto de cazoletas de Los Castillejos o los grabados del Venero

Siendo los más importantes los restos arqueológicos localizados en las inmediaciones de Garciaz correspondientes al Calcolítico, Edad del Bron­ce y a la Edad del Hierro en Valdeagudo, Castillejos, Hoyas y Castrejón.

Son varios los castros localizados en la zona, sobre todo castros serranos, fortalezas defensivas y de protección, que evidencian que en el territorio cercano a Garciaz habitaron en un momento pueblos celtas que eran por­tadores de la cultura de los castros; concretamente se trata de los vettones, clara evidencia también de que estos pueblos tuvieron que refugiarse en las zonas montañosas en momentos de ataque, convirtiéndose la zona de las Villuercas en zona de refugio para los clanes vettones que vivían en los valles y llanuras; de ahí la línea de castros a lo largo de los  espigones del Almonte y la acumulación de castros serranos en esta zona. Concretamen­te, en Valdeagudo (39º 28' 20, 62'' norte y 5º 36' 24, 46'' oeste) se eligió como lugar de asentamiento para la ubicación de un poblado de la Edad del Hierro un cerro de marcado perfil cónico elevado a 220 m sobre el nivel del río Garciaz. Un enclave ideal para la defensa por sus baluartes orográficos desde donde se puede ver una panorámica de las Sierras de Gredos y Guadalupe, además de estar ubicado en un reborde montañoso que separa la cuenca del Tajo de la del Guadiana.

El asentamiento está protegido por una muralla de lajas de pizarra, con una anchura de 2,30 m y con una altura que llega a alcanzar en algunos tramos casi los 3 m, que lo envuelve completamente, incluso conserva con­trafuertes adosados a la muralla. En su interior, hay una acrópolis situada en la zona más elevada. La cerámica recogida en superficie está fabricada a torno y cocida en ambientes oxidantes, lo que confiere un color rojizo a las pastas. La mayoría de los recipientes eran vasijas de almacenaje, frag­mentos que pertenecen a galbos de paredes anchas, con abundantes des­grasantes, de superficies poco cuidadas.

También, en El Castrejón quedan restos de la presencia de la cultura Vettona, caracterizada por establecerse en lugares situados en altura de­nominados castros, con un sistema de vida basado principalmente en la ganadería y el pastoreo. Encontraron en estas tierras un lugar idóneo para instalarse, con arroyos cercanos, una vegetación abundante para su ganado y altura para defenderse de posibles enemigos. Aún pueden apreciarse los restos de un antiguo poblado de cabañas circulares en altura rodeado por una muralla que servía para su defensa. Gracias a su posición estratégica en uno de los cerros más altos del entorno, poseían un vasto control visual del territorio circundante que abarca hasta la Sierra de las Villuercas.

Los primeros asentamientos localizados en el territorio corresponden a la Edad del Cobre, localizando restos dispersos al oeste y norte en las cum­bres de Pedro Gómez y la Serrezuela de los Lagares. La Torrecilla vigila el Puerto y los Castillejos, el camino de Garciaz. Los restos más copiosos han sido localizados en los Castillejos, en una suave loma a la vera del Arroyo Alcollarín. Este arroyo estacional será básicamente el límite este del término municipal, en el camino de Garciaz, defendiendo los caminos que vienen de Mérida y Medellín, en relación a la Edad de los Metales. Los restos del poblado del Castillejo, se sitúan en el entorno de la Sierra de Guadalupe (39º 22' 45'' y 5º 42' 10'' Greenwich), bordeado en tres de sus flancos por los arroyos de Menense y Carrasquillo, éste marca la sepa­ración de los términos municipales entre Herguijuela y Conquista. Aún se conservan restos de murallas construidas con grandes lajas y bloques de pizarras que permanecen unidos en seco, presentando en algunas zonas un ligero talud. La puerta de acceso al recinto amurallado se encuentra en el lado noroeste, por cuestiones defensivas, a base de un simple vano con las jambas construidas con lajas, clavadas en el suelo, formando un pasillo de entrada.

En la finca del w, en las cercanías del Venero, encontramos un testimo­nio de la presencia de comunidades humanas en la zona durante la época del Bronce Medio-Final. Se trata de una composición de grabados incisos realizados sobre un afloramiento de pizarra. Encontramos tres grupos de motivos representados: formas armamentísticas, como alabardas, flechas, hachas, lanzas o espadas; formas estelares radiadas y formas lineales abs­tractas. Por los motivos representados induce a pensar que muestra el cambio que se produce sobre tradiciones que se remontan al Calcolíti­co sustituidas por sociedades con tecnologías más avanzadas, gracias en parte al desarrollo de la metalurgia.

Época Romana

El territorio vettón en el que se enclava Garciaz estaría sometido a dife­rentes grados de romanización entre los siglos I a. C. y IV d.C. Sin embar­go, el área rural circundante contaría con algunos complejos agropecuarios denominados villae o casas de campo de grandes propietarios, como la villa de La Gargantilla, que son un claro exponente de la vitalidad económica y la descentralización del poder patrimonial que tiene la sociedad romana en el ámbito local en un determinado momento.

Las villas representan un modelo muy extendido en Hispania, aprove­chando terrenos de gran fertilidad agrícola y con numerosas posibilidades para la explotación ganadera. Simultáneamente, en el entorno se fueron generando otros enclaves rurales con funciones semejantes. La población hispanorromana se evidencia en otros lugares del término municipal a tra­vés del hallazgo de restos constructivos, monedas y otros enseres. Algunos de estos lugares serían grandes villas residenciales donde vivían grandes terratenientes, como el caso de Fuente Fría, donde fue encontrado un te­sorillo de monedas de los siglos IV-V d.C., consistente en una colección monetaria de 1634 monedas de bronce, fechables entre los años 378– 408 que se le ha denominado como "el tesorillo de Garciaz". Es importante destacar que la zona descrita no está lejos del trazado de la vía romana que partiendo de Augusta Emérita (Mérida), por Lacipea y Leuciana, conducía a Augustóbriga (Talavera la Vieja). El hallazgo se debió al guarda de la finca don Agustín Fernández y a su hijo don Pablo Fernández Rodríguez que comunicaron el hallazgo al dueño de la finca don José Santiago Sán­chez que asimismo comunicó a las autoridades provinciales el hallazgo, las monedas fueron depositadas en el Museo Arqueológico Provincial de Cáceres. Éstas monedas -todas de bronce- de época bajoimperial llevan las efigies de los emperadores Valentiniano, Graciano, Teodosio, Arcadio y Honorio, todas ellas tienen en el anverso el nombre del emperador, y en el reverso una leyenda como REPARATIO REIPVBLICAE (en las más antiguas, de Graciano, Valentiniano II, Máximo y Teodosio) o GLORIA ROMANORUM (en las de Teodosio y sus sucesores), y llevan también la ceca donde se acuñaron.

La huella de la cultura romana ha dejado su testimonio en diferentes lu­gares de Garciaz. En este sentido, destaca el hallazgo de varias inscripciones romanas y prensas olearias, algunas han sido rescatadas y conservadas por el Ayuntamiento como las existentes en la entrada de la población. La pro­fesora Sophie Gilotte ha encontrado abundante material cerámico (ollas, jarras) en Valdeagudo que abarca una periodización del siglo I al II.

En la finca de Portera existen restos que pudieran corresponder a una villa romana y en cuyas inmediaciones se construyó más tarde una iglesia de época visigoda, de la que aún se mantiene en pie un santuario con cabe­cera rectangular cubierta con una bóveda de medio cañón de herradura, y recorrida con una moldura de mármol. Faltan las columnas sobre las que se asentaron los correspondientes  cimacios y desde donde arrancaba el arco. Es un edificio cultual que se puede fechar en el siglo VII. Igualmen­te, en los alrededores de la ermita La Portera hemos encontrado cazoletas sobre granito, materia prima que ha sido condicionada, por su dureza, el acabado final de cada conjunto y, por otra, ha permitido que, por su dureza también, haya llegado hasta nosotros sin demasiadas alteraciones. Los res­tos localizados no aparecen aislados sino distribuidos juntos  en un ámbito espacial muy amplio, pero aún así se perciben todas las características de seguir una delimitación determinada o, en todo caso, intencionada. Hay cazoletas de todo tipo, generalmente de pequeño tamaño, solas o agrupa­das, esparcidas por todo el yacimiento.

Son abundantes los testimonios arqueológicos localizados en el término municipal de Garciaz pertenecientes a la época romana, hemos llegado a contabilizar tres inscripciones romanas en la finca La Gargantilla, que damos a conocer en el estudio realizado sobre la ermita de la Portera, así como un ara existente en el interior del templo parroquial y un ara de granito conservada en el Museo Provincial de Cáceres procedente igual­mente de la finca La Gargantilla, que se encuentra completamente lisa (se ha perdido la inscripción). En los aledaños de la población se encuentra en estado ruinoso la basílica visigoda de La Portera.

La presencia visigoda en la zona queda patente por la presencia de tum­bas antropomorfas excavadas en la roca, tumbas vacías en las que  no se han conservado restos, carecen de ajuares y se hallan arqueológicamente descontextualizadas. Considerando que se trata de tumbas características del Medievo y se deben incluir en los periodos post-romano y altomedieval con respecto a las épocas romana y feudal, hemos de destacar que a partir del siglo IV es frecuente la alternancia de ritos que conducen a cambios es­tructurales, y en particular a modificar el rito de la inhumación. El hecho de encontrarnos con restos visibles de villas romanas (especialmente sillares bien escuadrados y cerámicas de construcción y comunes e inscripciones romanas) y se aprecia la existencia de ciertas estructuras soterradas que parecen corresponder a un hábitat altomedieval en el Castrejón y en Las Hoyas, lo que nos hace suponer que dichas tumbas excavadas en la roca corresponderían a la época tardorromana, que puede definirse en térmi­nos generales como una preponderancia de las estructuras asociadas a las comunidades rurales, en una zona llana, sobre una colina de baja altu­ra, asociado a terrenos de dedicación agrícola y esencialmente ganadera. Nuestra opinión es que el hábitat tardoantiguo y altomedieval en esta zona estaba vertebrado en torno a núcleos relativamente pequeños, compuestos de distintos focos de hábitat, aunque interconectados entre sí, con una disposición laxa y flexible. Otra cosa muy distinta es su vinculación con un proceso de abandono de las áreas centrales en época romana en bene­ficio de las periféricas, a causa de la crisis vilicaria. Aunque no podemos aquí profundizar sobre ese asunto, por la ausencia de datos arqueológicos, además las tumbas han aparecido vacías, posiblemente como consecuencia de algún tipo de violación o el paso del tiempo (inclemencias al estar ex­puestas al deterioro exterior), impidiéndonos encontrar restos en el interior de las mismas. Es interesante advertir además que estamos ante uno de los ejemplos de transformación de una antigua estructura romana en un cen­tro de culto, un cambio que reflejaría además las alteraciones en el sistema social y en la articulación del estatus.

Alta Edad Media

Garciaz perteneció a la extensa Tierra de Trujillo como otros pueblos y su historia está íntimamente ligada a la historia de la ciudad trujillana. La Tierra de Trujillo estuvo en manos musulmanas desde el año 71423, tierra fronteriza e inestable, allí se asentaron los Beni-Feranic al frente de la tribu Nafza. Cuando los árabes conquistan Mérida y en su paso hacia Toledo se apoderan de las Villuercas. Tras la ocupación musulmana en el siglo VIII por las tribus bereberes de los Nafza, Miknasa y Hawara proceden­tes del norte de África, se construye el castillo de Cañamero, el poblado de los Castillejos, el del Cancho del Reloj, el de Terreros y el de Arbella que defendían la frontera con el reino de Toledo. Durante el período de dominio musulmán, el territorio de Garciaz estuvo ocupado por alquerías dedicadas a la explotación de recursos agrícolas y ganaderos.  La ubicación del castillo en el límite meridional de la frontera próxima de al-Andalus, posteriormente kura de Mérida, adquiere con importante protagonismo con la frontera media (tagr alawsat) en un espacio montañoso que contro­laba esta zona de las Villuercas, al igual que su vecina Logrosán (Luquršan) y varias torres (husun y buruy) que conformaban importantes baluartes defensivos en la zona. en Hoya Tejares se localizó un Dirham de 330 H./941 ap. J.-C., correspondiente al período de Abd al-Rahman III (912­961), se encuentra en colección particular.

Las Órdenes Militares jugaron un papel decisivo en la reconquista. El rey Alfonso VIII encargó en 1186 a don Gómez, maestre de la Orden Militar del Pereiro  que se asentase en Trujillo. Según el Manuscrito de Tapia, esta orden asentada en Trujillo tornó el nombre por "Freyres de la Orden Truxillense", y tuvieron su convento junto a la Alberca. Orden mi­litar con fuerza y efectivos suficientes como para participar posteriormente en la defensa de la villa de Ronda. Por tanto, en el año 1187 la milicia de los freires de Truxillo estaría organizada como orden militar. Durante esta época habría establecido lazos con la Orden de San Julián del Pereiro, hermandad que se había fundado hacia el año 1167.

En el año 1195, en la Batalla de Alarcos destacó notablemente don Gó­mez. El monarca Alfonso VIII le donó tres mil áureos, Trujillo, el castillo de Santa Cruz, y los castillos y villas de Albalat y Zuferola. Poco duraron estas donaciones en posesión del maestre de la Orden de Trujillo pues en 1196 sufrieron un ataque de los almohades y se perdie­ron. Esta Orden trujillana no gozó de aprobación pontificia, desapareció de esta villa, pasando los freyles al convento del Pereiro, formando parte de la Orden de Alcántara. intentaba cazar en las cercanías de su castillo y el lugar fue reconquistado por el rey moro de Badajoz.

Tras la reconquista de Trujillo en el año 1233 se repuebla el territorio. El investigador De la Llave Muñoz no descarta la idea de que Garciaz fuera repoblada por gentes procedentes del norte de España (vascos o navarros), pues resulta indudable que Garsea, Garzea, en los primeros tiempos y Gar­cía, Garci, después, lo mismo que los apellidos patronímicos correspon­dientes (Garcés, Garciaz, etc.) son antropónimos característicos del anti­guo dominio vascón y que pasarán al occidente peninsular por influencia navarra a partir del siglo XI y principios del XII, debido al proceso de re­población de Castilla. En territorios como Salamanca se dan nombres a los núcleos de población fundados o refundados mediante la denominación o apellidados García, siendo muy probable que los que llegaron al territorio bañado por el río Garciaz procedieran del norte. Por su parte, Abril To­rre afirma que el nombre del río Garciaz ha prestado su denominación al pueblo y puede tener un origen prerromano a partir de la raíz Gar- que se observa en hidrónimos como Garoña, Guareña, etc.

Una vez que se produce la reconquista en la tierra de Trujillo el Concejo de Trujillo poseerá en nombre de la Corona, el derecho y la jurisdicción de alto, bajo, mixto y mero imperio sobre un amplio territorio, incluidos lugares y poblados, ejerciendo Trujillo su dominio en este espacio, por real gracia, un gran señorío, con idéntica autoridad y prerrogativas a las que disfrutase cualquier institución civil, eclesiástica con título nobiliario. En el año 1256 el rey Alfonso X concede el Fuero a Trujillo, estableciendo las ordenanzas que rigen la vida del concejo y el alfoz o tierras pertenecientes a la Villa realenga y a la vez delimita también los ejidos o tierras vinculadas a las aldeas entre las que se encontraba Garciaz.

Baja Edad Media

El término de Garciaz después de la reconquista fue muy utilizado para la cacería, una zona muy rica para la caza del oso y del jabalí. Garciaz aparece citada en el Libro de Montería de Alfonso XI (1312-50) como "Gar­cies (…) buen monte de osso et puerco, muy bueno de andar, que es muy grant ayuda para los de cauallo. Además, aparece mencionado Garciaz por pri­mera vez en el año 1376 en un documento que se conserva en el Archivo Municipal de Trujillo, haciendo referencia al amojonamiento que separa las tierras que pertenecen al dominio público de aquellas colindantes que pertenecen a  propietarios privados. Esta práctica se ha realizado a lo lar­go de historia, es imprescindible para que las administraciones públicas titulares puedan llevar a cabo las distintas actuaciones encaminadas a la protección y conservación de los medios naturales (especialmente las zonas forestales) y a la mejora de los espacios de uso público.

Un amplio territorio en el que existían las siguientes aldeas y lugares en el año 1485: Herguijuela, La Zarza (Conquista), Garciaz, Berzocana, Ca­ñamero, Logrosán, Navalvillar de Pela, Acedera, Madrigalejo, El Campo, Alcollarín, Zorita, Santa Cruz, Abertura, El Puerto, Búrdalo (Villamesías), Escorial, Ibahernando, Robledillo, La Cumbre, Plasenzuela, Ruanes, Al­dea del Pastor (Santa Ana), y pequeños lugares llamados Huertas, Berrocal y Aguijones.

Trujillo mantuvo durante el siglo XIV diversos puntos de conflicto por el deslinde de tierras que hicieron que en el mes de mayo del año 1338 los concejos de Trujillo y Talavera delimitasen el término asignado a la Puebla Guadalupe donde se estaba creando el monasterio, fue un factor de conflicto para Trujillo y su tierra. Por las compensaciones por los servicios prestados, el rey Enrique II concedió la villa de Cabañas y su término a don García Álvarez de Toledo, y los señoríos de Orellana la Vieja y Orellana la Nueva a Pedro Alfonso de Orellana y a Álvar Gar­cía Bejarano, respectivamente. Pero la mayor tensión se produjo en el año 1472, cuando el rey Enrique IV cedió gran parte de los territorios dependientes de Trujillo alguno y sus partidarios: don García Álvarez de Toledo recibió los lugares de Logrosán, Zorita, Acedera, Cañamero, Navalvillar, Berzocana y Garciaz. Beatriz Pacheco, condesa de Medellín, recibió 300 vasallos situados en Abertura, El Campo (Campo Lugar), Escurial y Alcollarín55.

Las escisiones de la jurisdicción del concejo de Trujillo se mantienen durante años por los lugares y aldeas de su término. Uno de los momen­tos más importantes de disgregación del término de Trujillo se produce en el año 1472 cuando el rey Enrique IV, para conceder la mayor parte de los territorios dependientes de Trujillo a algunos de sus más importantes partidarios concretamente don García Álvarez de Toledo, se vio favoreci­do con los lugares de Zorita, Logrosán, Acedera, Cañamero, Navalvillar, Berzocana y Garciaz. Tres años después se produce el intercambio de dichos lugares por la ciudad de Coria, en posesión de don Gutiérrez de Solís, ratificándolo los Reyes Católicos.

. No obstante, en 1474 habrá una desmembración de la ciu­dad y su tierra. En el año 1475, Logrosán, Garciaz, Cañamero, Acedera, Navalvillar y Zorita se las elevó a rango de villas y fueron entregadas con pleno señorío a Gutiérrez Álvarez de Toledo que después permutaría por Co­ria, siendo la ciudad entregada ese mismo año al Marqués de Villena, don Juan Pacheco, pero al fallecer éste por un absceso a la garganta, Trujillo y su tierra cayó en manos de su hijo Diego López Pacheco, durante el reina­do de los Reyes Católicos el dominio de Trujillo y su tierra entrará en una serie de oscilaciones entre los nobles Pacheco, Zúñiga, Chaves y Monroy.

Las Cortes de Valladolid del año 1442 son de las más importantes que se celebraron en el reinado de Juan II. Lejos de parecer los procuradores humildes cortesanos, muestran celo por la causa pública, a riesgo de incu­rrir en el desagrado del monarca.

A Trujillo se le exige una cantidad de dinero (30.000 ducados) que más que negarse a pagarla, le resulta imposible aportarla, dada su magnitud. Sin embargo no queda otro remedio que verificarlo en moneda de plata puesta en poder de Bartolomé Spínola, caballero de Santiago y del Consejo Real y de la contaduría Mayor de Hacienda.

Trujillo no podía cumplir con tan agobiante compromiso, la Corona y, en su nombre el Real Consejo, toma la decisión de vender algunos lugares de la jurisdicción de esta ciudad, a pesar de las protestas de Trujillo. A lo largo del siglo XVI se desarrolla en el territorio trujillano dos etapas de enajenaciones jurisdiccionales, la primer durante la década de 1530, ciento rey Carlos I y la segunda, a finales de la década de 1550, bajo el mandato del rey Felipe II, que será entonces cuando se otorga el privilegio de villaz­go al lugar de Garciaz, negando Trujillo toda influencia sobre los lugares, elección de oficiales, concejo y la justicia que se imparte sobre ellos. Pero el aprovechamiento de pastos y tierras del común, deberían quedar en el estado anterior a la exención. De este modo, los asientos de venta incluían una cláusula al respecto. El concejo trujillano entendía que contaba con argumentos legales suficientes para el control de tierras de las nuevas villas. Los nuevos lugares exentos mostrarán su capacidad para hacer valer su independencia frente a la jurisdicción trujillana.

Los pueblos afectados por la enajenación son los siguientes: Logrosán, Zorita, Abertura, Alcollarín, Madrigalejo, lbahernando, Robledillo, Na­valvillar y Acedera (de mayor vecindario y los que poseían los campos más fértiles de la tierra trujillana). Don Pedro Barrantes compró La Cumbre con un cuarto de legua de término y 250 vecinos; don Juan de Vargas, Plasenzuela con 80 vecinos con los poblados de Guijo y Avilillo; don Diego de Vargas Carvajal, compró Puerto de Santa Cruz; don Álvaro de Loai­sa, Santa Marta con 50 vecinos; don Diego Pizarro de Hinojosa compró Torrecillas; Garciaz fue independiente; Felipe III vende Zarza (Conquista de la Sierra), Herguijuela, Santa Cruz, Escurial, Búrdalo – Villamesías-, Ruanes, Santa Ana por cada vecino 36000 maravedíes y 4000 ducados por cada legua de terreno; don Juan Fernández Pizarro, compró Conquista; don Juan de Chaves y Mendoza, Herguijuela y Santa Cruz; don Alonso Mexías compró Villamesías y Ruanes y Santa Ana, don Juan de Chaves. La venta de estos lugares realizada en el siglo XVI, provocó un quebranto del poder jurisdiccional de Trujillo que puso todo su tesón diplomático y su esfuerzo económico en frenarlo, no pudiendo soportar durante el siglo XVI el proceso de enajenaciones jurisdiccionales tanto en la década de 1530 como en la década de 1550, en una época en la que la base econó­mica de la villa de Garciaz se basaba en la viña y el cereal, que se sembraba tanto en el ejido del concejo como en otros lugares. Llegando a tener 22 molinos harineros. Otro cultivo importante será el del lino que, además de materia prima para los telares, proporcionaba un excedente comerciable.

La familia García se asienta en esta zona, adquiriendo el pueblo título de villazgo en el año 1566, cuando se le exime de la jurisdicción de Trujillo, no sin antes llevar a cabo una serie de trámites que conocieron a la exen­ción de la villa. El 24 de marzo de 1564 las actas del Ayuntamiento de Trujillo confirman una provisión real en la que se informaba a la ciudad de que un juez de comisión llegaría Extremadura para llevar a cabo los trámi­tes. En otra sesión, con fecha 6 de mayo del año 1564 se decide comisionar a Cristóbal Pizarro para que se revisara el amojonamiento de Garciaz, en­tendiendo Trujillo que el juez de Comisión, Andrés de Calderón, se había excedido en dar a la nueva villa «jurisdiçión en el exido y dehesa boyal.

Por tanto, en el año 1566 fue eximida Garciaz por el rey Felipe II de su dependencia de Trujillo, convirtiéndose en Villa libre, ostentando ac­tualmente el título de «Muy Ilustre Villa», que le fuera otorgado por el rey Felipe II por haber ayudado los garcieños -bajo el mando del Conde de Plasencia- a las tropas de los reyes de Castilla que lucharon, durante el rei­nado de Isabel «la Católica», contra las tropas de los nobles levantiscos que no se sujetaban a la autoridad de la reina. Garciaz había conseguido con anterioridad -en el año 1491- de los Reyes Católicos la aprobación de una ordenanza que regule la guarda de la dehesa "Pasafrío" de bueyes, prohi­biendo a los escuderos de la ciudad el acceso a la dicha dehesa con sus caba­llos en las zonas labradas y permitiéndoles tan solo segar la hierba necesaria para sus caballos. El regidor de Trujillo, Fernán Alonso, lo consideró un agravio para los caballeros e hidalgos. En el año 1515 se produce un con­flicto, porque los trujillanos tenían la posesión de pacer con sus puercos en las dehesas de Herguijuela y Garciaz, provocando un enfrentamiento con los vecinos del lugar. Pero, no será hasta la aprobación de la concesión de villazgo en 1566 cuando los repartos de tierras para labrar se lleven a cabo del siguiente modo: "El Concejo, justicia y regidores de esta villa de Garciaz, después de haber mirado cual es la tierra buena y a propósito para ello, da y reparte la que le parece entre todos los vecinos por partes iguales y después cada uno la siembra, unos de trigo y la cebada, otros de centeno, y la tierra que un año se reparte y se siembra, no se rompe ni labra y de esta manera se reparte el dicho exido entre todos los vecinos y todos se aprovechan de él"72. También se especifica en el documento que el Concejo de la villa de Garciaz repartió cierta parte de tierra del ejido entre los vecinos que no tenían viñas, para que plantaran vides. Así vemos que sobre la base del cereal, que se siembra tanto en el ejido del Concejo como otros lugares, y las viñas, se asienta la prosperidad económica de Garciaz en el siglo XVI cuando llega a tener veintidós molinos harineros. Además, de la enorme importancia del cultivo del lino que, además de materia prima para los telares, proporcionaba un excedente comerciable, producción que se mantuvo hasta finales del siglo

XVIII. La razón es que expuso Garciaz para conseguir el título de Villa, concedido por el rey Felipe II el 4 de abril de 1566 fueron la distancia exis­tente a Trujillo, cuatro leguas; la ferocidad de los caminos, ásperos y malos, y el no poder los alcaldes, pedáneos, mandar pagar más cantidad que la de cien maravedíes y serles a los pobres vecinos muy costoso ir a la capital a demandar por tan corta cantidad, además del resto de causas criminales y civiles por las que se tenían que desplazar a Trujillo, como consta en el real privilegio de villazgo.

Extremadura fue la que envió un ingente número de conquista­dores, evangelizadores y colonizadores al nuevo mundo. Garciaz contaba a finales del siglo XVI con 2700 habitantes. Entre los conquistadores y colonizadores que marcharon a América procedentes de Garciaz podemos citar a Hernán Sol, compañero de Pizarro en la conquista del Perú, de donde regresó con grandes riquezas, fundando en esta villa una memoria piadosa, su sepulcro se encontraba en la iglesia y actualmente, ha sido colocada en el atrio de la iglesia al igual que varias lápidas.

Diego Téllez, hijo de Pedro y María Díaz. Marchó a México en el año 1523 y participó en la conquista de Nueva Galicia en el año 1531 desem­peñando el cargo de encomendero. Según el jesuita fray Cué Romano, Diego Téllez volvió con Hernán Cortés de México en el año 1540 y se aposentó en su casa, en la calle del Viento, frente a las pesas del reloj de la iglesia parroquial de Santiago. Levantó su casa y puso su escudo, con­cedido por el rey Carlos V. Diego Téllez acompañó a Nuño de Guzmán, natural de Guadalajara, en la conquista de Nueva Galicia. Nuño había sido nombrado presidente de la primera Audiencia, un órgano de gobierno español, sin embargo, cometió excesos y abusos durante su gestión, por otra parte, sus deseos de conquista lo llevaron a realizar una expedición al occidente del país con la intención de crear un territorio distinto a la Nueva España, comprendido entre el Pánuco y el Océano Pacífico, para gobernarlo. En 1529 reunió una importante fuerza compuesta de tres­cientos españoles y seis mil indígenas y se dirigieron a tierras jaliscienses. A principios de 1530 se trabó el primer combate en Tototlán y tras la ba­talla, algunos indígenas desertaron de las filas españolas con la intención de huir del dominio español mientras que otros se sumaron a la resistencia que los naturales ofrecían a los conquistadores. Los españoles siguieron adelante, pero siempre se vieron hostilizados constantemente a lo largo de su camino. Los españoles se dirigieron a las cercanías del lago de Chapala, donde sufrieron otra derrota en Ocotlán, sin embargo, luego de reorgani­zarse, volvieron a la carga y lograron vencer a los lugareños. En Tonalá, los indígenas opusieron una gran resistencia dirigidos por Cihualpilli, sin embargo, también sucumbieron ante la superioridad de armamento de los españoles y de sus aliados indígenas, los cuales sufrieron muchas bajas. Más tarde, Nuño de Guzmán se dirigió hacia el norte del estado y llegó a Mexcaltitlán y posteriormente a Aztatlán, sin embargo, en estas tierras se vio obligado a enfrentar al grupo indígena más belicoso de la región, los cazcanes, quienes después de algunos combates, huyeron a las montañas de la Sierra Madre y atacaban cuando las condiciones les eran propicias. Las fuerzas españolas se mostraban desesperadas por la pobreza de estas tierras y el no encontrar un reino indígena como Tenochtitlán, que les proporcionara algún tipo de riqueza, además la pérdida de parte de la tro­pa durante las constantes escaramuzas, desmoralizaron a los integrantes de la expedición. En Chiametla se detuvieron para reponer fuerzas antes de internarse en Sinaloa y llegar hasta las proximidades de Culiacán, posteriormente decidieron regresar.

La enemistad entre Nuño de Guzmán y Hernán Cortés provocó una amenaza de enfrentamiento entre los dos conquistadores. Hernán Cortés había salido bien librado del juicio de residencia en su contra y se le había otorgado permiso para realizar nuevas exploraciones, por lo que envió dos embarcaciones para reconocer los litorales del noroeste de nuestro país, una de ellas llegó a la península de Baja California, sin embargo, los naturales del lugar atacaron a los integrantes de la tripulación, pereciendo la mayoría de ellos. La otra embarcación fue capturada por órdenes de Nuño de Guzmán, por lo que el mismo Cortés dirigió una nueva expedi­ción para el rescate de sus hombres y la recuperación de su navío, ante la oposición del gobierno de la Audiencia de México. Cortés salió con una importante fuerza y se dirigió al encuentro de Nuño de Guzmán, quien lo recibió con bastante amabilidad. Cortés, considerando en la pobreza en que vivía Nuño de Guzmán y lo inútil de un enfrentamiento, decidió continuar su empresa en busca de mejores tierras. Nuño de Guzmán gozó muy poco del gobierno del territorio recién conquistado, pues tuvo que acudir a la ciudad de México para defender­se de las acusaciones en su contra debido a sus abusos y mal gobierno. Fue enviado Diego Pérez de la Torre para apresarlo y conducirlo a Espa­ña, donde murió poco después, sin embargo, las tierras conquistadas por Nuño de Guzmán recibieron el nombre oficialmente de Nueva Galicia.

Nuño de Guzmán ordenó la fundación de una villa en 1532 en la que participó activamente el garcieño Diego Téllez que llevaría el nombre de Guadalajara, en Nochistlán, actualmente Zacatecas, pero los indios eran muy belicosos y ante la amenaza de sucumbir ante ellos, sus pobladores decidieron trasladarse a Tonalá en 1533, sin embargo, esto causó el dis­gusto de Nuño de Guzmán, quien ordenó que la villa de Guadalajara de­bía regresar a Nochistlán, pero sus habitantes sólo traspasaron la barranca de Oblatos y se asentaron en Tlacotán en 1535, muy cerca de la barranca de Huentitán, donde sufrieron el ataque de los indígenas, quienes casi acaban con el lugar. Ante esta situación los españoles decidieron estable­cerse finalmente en el valle de Atemajac, el 14 de febrero de 1542, situado cerca del río San Juan de Dios, lugar donde dispondrían de agua y tierras favorables para la agricultura y la cría de ganado. A su vez, el rey Carlos V le concedió un escudo de armas, y elevó a la pequeña villa a categoría de ciudad, y finalmente Miguel de Ibarra fue nombrado alcalde mayor de esta población, asentándose definitivamente en este lugar, la cual llegaría a convertirse en la capital del Reino de la Nueva Galicia.

Garcieños en América

Otros destacado garcieño fue Francisco Díaz, que hizo testamento en Lima en el año 1617. Mandó fundar una capellanía de parentesco en la iglesia mayor de Santiago de Garciaz.

La garcieña Inés Alonso, hija de Francisco Nieto y Mencía Gil, los tres pasaron a México el 15 de diciembre del año 1553. También menciona­mos a Gonzalo de Soto Altamirano, que nació en el año 1588, fue canó­nigo de Plasencia y por sus grandes méritos, lo fue también de Bolonia. Fue hijo de Juan Soto y de Teresa Cervantes.

Gonzalo Díaz, nació en Garciaz, pasó al Río de la Plata en la expe­dición de Ortiz de Zárate, éste había marchado a España para solicitar a la Corona su confirmación en el cargo de Adelantado. Llegó a destino en septiembre de 1568, después de soportar graves inconvenientes, pues la nave en que viajaba fue asaltada por unos piratas franceses, quienes le robaron gran cantidad de dinero y valiosas prendas. A pesar de todos los contratiempos, consiguió firmar capitulaciones con Felipe II, quien otorgó a Zárate el título de Adelantado -para él y sus descendientes-, de las pro­vincias del Río de la Plata.

A su tenor, debía el nuevo Adelantado importar elementos de coloni­zación, ganados, etc., y fundar dos poblaciones, entre los distritos de la Ciudad de La Plata, Chile y Asunción, para facilitar las relaciones de estos centros de la conquista.

La expedición salió de Sanlúcar en Octubre de 1572, integrada por cinco embarcaciones y 510 personas, en su mayoría pobres y sin profesión entre los que se encontraba el garcieño Gonzalo Díaz y el arcediano Martín del Barco Centenera, natural de Logrosán.

Después de una azarosa travesía, llegaron a la isla de San Gabriel, en el Río de la Plata, donde solicitaron ayuda a Juan de Garay, quien acudió presuroso.  Reabastecida la expedición, Zárate dispuso levantar un poblado en la costa oriental y entonces fundó San Salvador, de efímera existencia.  El Adelantado arribó a Asunción, donde tomó posesión del cargo el 11 de Febrero de 1575, e inició su Gobierno. La extensa zona entre las cordi­lleras del Paraguay, el océano Atlántico, y desde el Río de la Plata hasta las vertientes del Amazonas, hacía imposible un Gobierno regular. Alvar Núñez Cabeza de Vaca la había llamado Provincia de Vera, y el Adelantado Ortiz de Zárate la designará con el de Nueva Andalucía.

Otra destacada garcieña que partió a América fue Guiomar de Guz­mán, mujer del contador Pedro de Paz, viajó a Cuba donde se estableció el 31 de enero de 1540. Lleva consigo a: García Lobo, hijo de Antón López y de Marina de Loba, vecino de Garciaz, con su mujer Leonor Coella, y sus hijos Marina y Antón; Juan Muñoz, hijo de Hernán Muñoz, vecino de Guadalupe; Juan Vélez, vecino de Laredo; Juan Ximénez, vecino de Ávila; Juan de Fuentes, vecino de Valladolid; Jerónima de Salas, Luisa de Ramos, María Pérez, Juana Hernández  y Marina de Arteaga. .

También, Alonso Morales, hijo de Alonso Morales y de Ximena Váz­quez, obtuvo la licencia para pasar a las Indias el día 17 de abril de 1540.  Esteban García vecino de Garciaz, hijo de Juan García y de María Sánchez, a Tierra Firme, con las siguientes personas:  Pedro García, hermano, vecino de Garciaz,. Juan Carrasco, sobrino, vecino de Garciaz, hijo de Juan Carrasco y de María Jiménez, Francisco Blasco, criado, vecino de Garciaz, hijo de Francisco Blasco y de María Alonso, Domingo Carrasco, criado, vecino de Garciaz, hijo de Alonso, Carrasco y de María Alonso.

Es extensa la lista de los garcieños que destacaron en tan gloriosa em­presa. Francisco Nieto, esposo de Mencía Gil pasó a México junto con su hijo Francisco Nieto en el año 1553. Bartolomé del Peral, hijo de Miguel y Francisca Jiménez. Le concedieron licencia para América el 17 de abril de 1540.  Juan Prieto, hijo de Pedro Martín Prieto y Juan Hernández. Obtuvo licencia para pasar a Santa Marta el 28 de marzo de 1536.  Juan del Río, hijo de Andrés García del Río. Obtuvo licencia a Indias el 16 de febrero de 1516.  Pedro del Río, hijo de Pedro del Río y de Juana García. Paso a México como oficial cantero, con Vicente de las Casas en compañía de su mujer Catalina Vázquez en el año 1555.  

Juan Loaisa Calderón, oidor de la Real Audiencia de Las Charcas, vecino de Trujillo, pasa el 7 enero del año 1606 con 8 criados suyos a Perú, y son los siguientes: Álvaro de Loaisa Altamirano, natural y vecino de Trujillo, hijo de Diego Altamirano y de Teresa Altamirano. Antonio Tapia Altamirano, natural y vecino de Trujillo, hijo de García de Tapia Altamirano y de Catalina Perero. -Juan de Meneses y Vargas, natural y vecino de El Puerto (Trujillo), hijo de Alonso de las Cabezas de Meneses y de Juana de Nava y Molina. -Francisco del Saz, bachiller, natural y vecino Trujillo, hijo de Tomás González y de María del Saz. Alonso de Mirueña, natural y vecino de Trujillo, hijo de Antonio Mirueña y de Catalina Sánchez. -Francisco Rodríguez, natural y vecino de Salamanca, hijo de Bartolomé Rodríguez y de María Gómez. -Juan Sarmiento, natural y vecino de La Cumbre (Trujillo), hijo de Pedro Sarmiento y de María González. Álvaro García (El rico), natural y vecino de Garciaz, hijo de Gregorio Martínez y de Olalla Hernández (la rica).

Juan Rodríguez, hijo de Juan Hernández y María Sánchez. Obtuvo el permiso para ir a México el 17 de octubre de 1539. Juan Pérez de San Vicente, con su sobrino Cristóbal Pérez, natural de Garciaz, hijo de Juan Pérez y de Elena Sánchez, y su criado Pedro Solano, natural de Garciaz, hijo de Juan Solano y de Catalina González, pasaron a Perú el 12 de marzo de 1624, tras obtener licencia de pasajero a Indias. Baltasar Sánchez, hijo de Diego Sánchez y de Juana García, obtuvo el permiso para pasar a América el 27 de mayo de 1516. Hernando Solano, nació en Garciaz en 1518. Afincado en Cuzco en 1534.

En el siglo XVII tenemos constancia de la emigración a América de garcieños en tres expediciones. El 22 de marzo de 1607, Francisco de Ávila y su hermano Rodrigo, María de Soto y Martín López, Álvaro García que viaja a Perú como criado de Juan Loaysa Calderón, oidor de la Audiencia de Charcas. El 19 de marzo de 1622 se embarcan Francisco de Blasco y Juan Carrasco, los hermanos Esteban y Pedro García y Domingo Carras­co que se asientan en San Clemente de Pisco, desde donde enviaron en el año 1629 una corona de plata esmaltada, un cáliz y una patena para la Virgen de la Caridad. El día 11 de marzo de 1622 marcha a América Álvaro García "el rico", hijo de Gregorio Martínez de la Concha y de Ola­lla Hernández, con su mujer María Gómez, hija de Pedro Papalvo y Ana González, sus hijas Olalla Antonia, Francisca e Isabel, todos naturales de Garciaz, con los criados siguientes, a Tierra Firme: Pedro Martín, natural de Garciaz, hijo de Pedro Martín Francisco y de María de la Rúa; Juan Gil, natural de Garciaz, hijo de Diego Gil y de María Sánchez Fecha de la licencia.. En 1683 se registra la salida de Alonso de San Agustín, religioso que se establecerá en Filipinas.

Siglos XVII y XVIII

En otro orden de cosas, Garciaz llegó a contar con familiares del Santo Oficio. La amplitud de los distritos territoriales y la escasez de personal obligaron al Santo Oficio a buscar apoyos externos, para lo que se crearon las figuras de los familiares y comisarios de la Santa Inquisición. La figura del familiar, existente ya en el Medievo, la desempeñaba un laico, que es­tando al servicio del tribunal, protegía, en un principio, a los inquisidores a cambio de la concesión de determinados privilegios como la exención de algunos impuestos. No sólo disponía del privilegio de la exención de algunos impuestos, sino que además, su condición de familiar suponía el reconocimiento de la limpieza de sangre. Todo ello contribuía a que fuese un cargo muy cotizado. Familiar de la Inquisición o familiar del Santo Oficio era el nombre que recibían ciertos miembros de menor nivel dentro de la Inquisición española, cuya función era la de servir de informantes. Fueron varios los vecinos de Garciaz que sufrieron proceso de fe por el Tribunal inquisitorial.

 Por ejemplo, en la Cédula del rey Felipe II derogando lo concedido por su padre en Zaragoza, a 15 de julio de 1518 y en Monzón a 15 de mayo de 1545, para que la jurisdicción civil no conozca las causas de los oficiales de familiares del Santo Oficio de la Inquisición. En Madrid, a 21 de marzo de 1553, refrendada de Juan Vázquez de Molina. Traslado de Juan Martínez, escribano de Cámara y Secretario del Consejo de la Santa Inquisición. Este documento contiene en 5 folios una lista de los familiares nombrados en la ciudad de Trujillo y en el lugar de Garciaz. Archivo Municipal de Trujillo, legajo 29, carpeta 15.

En el año 1594 era conocido como Graciez y formaba parte de la Tierra de Trujillo en la Provincia de Trujillo. De notable importancia es el pergamino perteneciente al siglo XVI; en él se recoge la concesión a Garciaz por el Rey Felipe II del título de Muy Ilustre Villa[] el 4 de abril de1566, título que concedió a los alcaldes poder usar y ejercer jurisdicción civil y criminal en Garciaz, en sus términos y dehesas.

En el año 1587 Garciaz llegó al techo en el crecimiento demográfico con 3000 habitantes. En los primeros años del siglo XVII la guerra de Sucesión asoló el territorio extremeño provocando una alta mortalidad, poniendo a la población de Garciaz en el límite mínimo de 200 habitantes en el año 1717. Durante este siglo, las crisis seguirán afectando, aunque en menor medida que en el siglo anterior. En el año 1791 Garciaz contaba con 35 labradores, 58 jornaleros, 4 artesanos, sastre, herrero, carpintero, zapa­tero y 16 viudas. Además, en lo referente a la producción agraria, según el informe de la Real Audiencia de Extremadura, consiste en 700 chivos, 600 corderos, 80 becerros, 230 lechones y hay 800 colmenas. En cuanto a la producción agraria, se cosechaban 2.000 fanegas de trigo, 1.000 fanegas de centeno, 50 fanegas de cebada, 120 fanegas de garbanzos y 30 de trigo, todo esto a finales del siglo XVIII, hace que Garciaz esté desolado.

La historia, en ocasiones, ha despojado a algunos caballeros de la im­portancia que tuvieron algunos siglos atrás, como consecuencia de la pér­dida documental. En los siglos XVII y XVIII, ostentar un hábito de las Órdenes Militares adquirió un inestimable valor, pues suponía un notable ascenso en la escala de la jerarquía nobiliaria y la pertenencia a una dis­tinguida institución, satisfaciendo así las aspiraciones de poder, riqueza, prestigio y privilegio de un importante sector de la sociedad. Los caballeros de las distintas órdenes desempeñaron un papel importante en la sociedad del Antiguo Régimen, uno de los expedientes más notables de limpieza y nobleza para la concesión del título de Caballero de la Orden de Santiago fue el de don Pedro de Soto Altamirano y Cervantes, natural de Garciaz, en el año 1630.

Siglo XIX. 

Garciaz sufrió los desmanes de la Guerra de la Independencia que des­truyó muchos de los bienes muebles que se conservaban en el templo pa­rroquial. En el año 1964 don Carlos Callejo Serrano dio a conocer un tesorillo (monedas de la época), depósito de cuatro monedas de oro, es­cudos de Carlos III y Carlos IV y diez monedas de plata de Carlos IV –cuatro pesos duros y seis pesetas- hallado en las antiguas escuelas por don Saturnino Flores y don Manuel Blázquez Pizarro, que demuestra la inestabilidad política y económica de ese período durante el cual sabemos que un soldado llegó a fallecer en el Hospital de la Caridad víctima de las heridas contraídas. Por las fechas de acuñación de las monedas, son anteriores a la guerra de Independencia y se encuentran depositadas en el Museo Provincial de Cáceres.

Durante la guerra carlista de los años 1835 al 1848 se produjeron robos en el pueblo y a la hacienda pública y se destruyeron interesantes documen­tos que se conservaban en el archivo municipal. Su término serrano condicionó la presencia de bandoleros y partidas carlistas a lo largo del siglo XIX. El término municipal de Garcíaz y sus zonas abruptas fueron los principales refugios de los hermanos Cuesta, durante la I Guerra Carlista en Extremadura, dando lugar a un importan­te auge del bandolerismo. Aunque a comienzos del año 1836 habían sido repelidas todas las acciones carlistas, en algunos puntos de Extremadura no reinaba la tranquilidad y el sosiego, ya que surgieron varias partidas en el territorio extremeño con objeto de proporcionarse recursos. A mediados de agosto del año 1835, la facción de Sánchez saqueaba de forma vandálica diversos pueblos de la Sierra de Guadalupe como Garciaz y Navezuelas

La partida dirigida por los hermanos Cuesta robaron que atemorizaron a los habitantes de  Garciaz, Conquista y Zorita durante el año 1836. Par­tida que fue desarticulada y derrotada en Villar del Rey y sus miembros encarcelados. Aunque surgieron otras partidas durante los años siguien­tes que actuaron por estos territorios robando dinero, ganado y productos alimenticios.

El día 27 de agosto Carlos Buil, Comandante de la columna de Castilla la Nueva, alcanzó y derrotó en el robledal de Garciaz a las facciones reuni­das que merodeaban por Extremadura capitaneadas por Sánchez, Valencia, Pulido, Arroyo y Barbado. En el año 1841 la  Diputación Provincial de Cáceres creó unas partidas de escopeteros para perseguir a los bandoleros. Las dificultades de supervivencia de muchas de las partidas unida a una mayor seguridad dirigida por el gobierno político de Cáceres hicieron fracasar la empresa. A finales del año 1848 en movimiento carlista en Ex­tremadura había concluido.

La rapidez llevada a cabo en las conquistas efectuadas por los nacionales en el territorio cacereño hace que el gobierno encargue al general Riquelme la dirección de todas las fuerzas de Extremadura y las operaciones que se realicen en el frente del Tajo. Para atacar a las tropas de Yagüe, se sitúa en la Sierra de Guadalupe con una columna de 1250 hombres dirigidas por el capitán Uribarri, dando lugar a duros combates en un territorio que abar­caba desde Garciaz hasta Guadalupe, viéndose obligadas las fuerzas repu­blicanas a replegarse y abandonar sus posiciones ante el ataque de Castejón, que ocupó todo el territorio serrano incluidos la Puebla y el Monasterio de Guadalupe..

La población de Garciaz quedó más diezmada de lo que estaba por la gripe del año 1898, concretamente ya en el Interrogatorio de 1791 se hacía referencia a "(....) esta villa tiene ciento doze vecinos, su aplicacion es la agri­cultura, son labradores treinta y cinco, cinquenta y ocho jornaleros, diez y seis viudas y tres artesanos. Su población creció notablemente a finales del siglo XIX y en la primera mitad del XX, en las últimas décadas el descenso ha sido tan acusado que, por ejemplo, en 1986 su efectivo demográfico(1.199 habitantes) era inferior al contabilizado en 1900 (1.752 habitantes).

Siglo XX

Los años claves para entender el descenso fueron aquellos en los que la emigración fue más fuerte en la localidad, es decir, los años comprendidos entre 1955 y 1965, cuando se merma el índice demográfico de forma drás­tica. Si en el año 1950 Garciaz contaba con 2.848 vecinos, tan sólo veinte años después el número se vería reducido hasta los 1626. Si bien su pobla­ción creció notablemente a finales del siglo pasado y en la primera mitad del actual, en las últimas décadas el descenso ha sido tan acusado que, por ejemplo, en 1986 su efectivo demográfico (1.199 habitantes) era inferior al contabilizado en 1900 (1.752 habitantes). Los años claves para entender el descenso fueron aquellos en los que la emigración fue más fuerte en la localidad, es decir, los años comprendidos entre los años 1955 y 1965, cuando se merma el índice demográfico de forma drástica. Si en el año 1950 Garciaz contaba con 2.848 vecinos, tan sólo veinte años después el número se vería reducido hasta los 1626, un descenso muy acusado por la fuerte emigración que tuvo lugar durante esos años, cuando los vecinos se marcharon en busca de trabajo a varios municipios de Madrid, a Cataluña y al País Vasco. Actualmente cuenta con una población de 1.038 vecinos.

Es importante mencionar que en la primera mitad del siglo XIX residió durante un tiempo el pintor extremeño Antonio Solís Ávila, natural de Madroñera (25 de septiembre del año 1894), al que ambos municipios le dedicaron una calle. Fue un excelente pintor, dibujante e ilustrador que inició los estudios de la carrera militar que pronto abandonó por la artísti­ca. Tras estudiar un tiempo dibujo industrial en el Colegio de Areneros de Madrid, comenzó a trabajar con el fotógrafo Antonio Cánovas del Castillo y Vallejo (Dalton Kaulak) retocando clichés. A partir del año 1917 publicó sus dibujos en La Esfera, Mundo Gráfico y La Acción. Fundó las revistas M undial y Alma Ibérica y, en el año 1924, entró a trabajar en ABC, primero como retocador de positivos en cristal para el huecograbado y después como colaborador gráfico. Esta ocupación la compaginó con la docencia en la Escuela de Artes y Oficios Artísticos de Madrid. En el año 1925 realizó su primera exposición de dibujos y acuarelas en una sala madrileña, logrando gran éxito de público y crítica que repitió cuatro años más tarde en su segunda muestra organizada en el Salón de la Unión de Dibujantes Españoles. En el año 1930 participó en la Exposición Internacional de Barcelona y en la Nacional de Madrid y obtuvo buenas críticas por algunos de los retratos presentados en Nueva York. Diez años más tarde, en el año 1940, expuso por primera vez sus óleos en la Asociación de la Prensa de Madrid, y un año después de ganar una tercera medalla en la Nacional de Bellas Artes del año 1948, realizó una exitosa antológica en Cáceres. De su obra destaca su faceta como retratista y su habilidad para el dibujo ágil y espontáneo, como demostró en el retrato de Eduardo Dato. Falleció en el año 1968.

La restauración Alfonsina supuso un periodo de cierto progreso. Las calles más importantes de Garciaz fueron enlosadas empedradas, se cons­truyeron y arreglaron los puentes y se mejoraron las comunicaciones.

La escuela pública se creó en el año 1934, según Real Orden por la cual el Ayuntamiento había incoado expediente solicitando subvención del Estado para la construcción de un edificio con destino a escuela114. Este centro de enseñanza se sumó a los ya existentes en el municipio. Concre­tamente, entre los años 1923 y 1929 se habían inaugurado en Garciaz dos escuelas unitarias de niños y niñas, hubo una fiesta magna que presidió el Gobernador Civil de la Provincia cacereña don José García Crespo. Se le recibió en las afueras del pueblo en el pintoresco lugar denominado "La Glorieta" por las autoridades locales, civiles, religiosas y militares. Destacó en dicha escuela la maestra nacional doña Dominica Palacios Lozano, na­tural de Garciaz.

En el año 1931 se proclama la II República, la cual verá su fin con el levantamiento militar del 18 de julio del año 1936, lo que dio lugar a uno de los episodios más desgraciados de la historia garcieña. Los su­blevados y sus seguidores se habían hecho con el poder municipal y apli­caron la más dura represión contra quienes habían apoyado a algunos de los partidos u organizaciones de izquierdas o simplemente republica­nas, con períodos de violencia y altas tasas mortuorias. Concretamente el 10 de agosto tuvo lugar el primer suceso donde varias personas fueron sacadas de los lugares en los que estaban detenidas o de sus propias casas y fueron pasadas por las armas en las proximidades de Garciaz en un lugar denominado «la alcantarilla de Lucas». Los sucesos continuaron en el mes de septiembre, 12 de septiembre donde fueron fusilados gran número de personas en las proximidades de Logrosán. Entre el 15 y 16 de septiembre, en Zorita, pueblo cercano a Garciaz, volvieron a ser fusilados otro número importante de garcieños. Los fusilamientos se sucedieron durante todo el mes de septiembre. A partir del mes de octubre descendieron considerablemente, aunque continuaron produciéndose fusilamientos aislados. Aproximadamente medio centenar de víctimas perdieron la vida como consecuencia de estos acontecimientos. Después vendrían los duros años de postguerra.

Garciaz cuenta con el título de "Muy Ilustre Villa" tal y como hemos estudiado. Durante el reinado de Alfonso XIII, en el año 1906, se concede escudo de armas a Garciaz, existiendo en el Ayuntamiento un certificado del mismo extendido por don Luis Rubio y Ganga, cronista y asistente del rey Alfonso XIII.

Escudo de Garciaz

El escudo municipal actual recibió el día 2 de mayo de 1969 el informe favorable de la Real Academia de la Historia, afectado por la Corporación Municipal en sesión plenaria del 20 de julio de 1969. Aprobado por el Ministerio de la Gobernación con fecha 17 de septiembre de 1969, con la siguiente descripción: "En campo de plata, tres palos de gules, cargados con armiños, de sable. Bordura de oro con la inscripción "POTIUS MORI QUAM FEDARI", en letras de sable. Al timbre, Corona Real abierta6. El documento acreditativo de este escudo heráldico consta en el correspon­diente pergamino en el Ayuntamiento, en el que, entre otras cosas, dice lo siguiente: "Nos, Don Luis Rubio y Ganga, Yarto y Bru, Cronista y Rey de Armas de Número de S. M. C. El Rey Constitucional de  España Don Alfonso XIII de Borbón y uno de los asistentes cerca de su Real Persona. Certificamos que hacemos entera fe y testimonio: que el anterior Blasón de Armas compuesto de un cuartel en esta forma: en campo de plata tres barras rojas con veinti­cuatro arminios de sables orlado con el lema "POTIUS MORI QUAM FE­DARI", y todo ello surmontado del morrión o celada de acero bruñido con el correspondiente penacho de plumas es el que pertenece a la Muy Ilustre Villa de Garciaz, de la Provincia y Audiencia Territorial de Cáceres, Partido Judicial de Logrosán, Diócesis de Plasencia y Capitanía General de Extremadura. Sus vecinos realizaron memorables hazañas entre la que destacamos que fue uno de los pueblos que ayudaron al Corregidor de Plasencia en 1495 para invadir la jurisdicción y abrogarse la de la justicia de Garganta la Olla, acto que rea­lizaron a la voz de ¡Viva el Rey! No sin antes sostener encanecida lucha que fue menguada por los refuerzos que recibieron de Don Fernando de Toledo, Conde de Oropesa, y mandados por su hermano Don Francisco, que con este motivo dio prueba de ser esforzado caudillo y muy hábil en el manejo de las armas. Éstos actos de fidelidad, nobleza y arrojó se patentizan en el Escudo de Armas de la Villa, que no otra cosa representan en simbólico lenguaje de las piezas y colores de la armería de que se compone, dando a entender que es patrimonio de estos vecinos la elevación de sus acciones y la rojo y bravura que simbolizan las rojas barras de su blasón. Y para que conste damos el presente Real Despa­cho de Blasón en nombre de S. M. C. el Rey del que queda tomada razón en el Real Archivo de nuestro cargo, firmándolo de nuestra mano y sellándolo con el de nuestras armas, en esta Imperial Coronada y Muy Heroica Villa de Ma­drid, a once de junio de mil novecientos seis. Luis Rubio y Ganga, rubricado". .

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